sábado, 16 de novembro de 2019

A PALAVRA DE UM ARCEBISPO



El próximo sábado, 22 de noviembre, celebramos a Santa Cecilia, Patrona de los músicos. Precisamente la música será el tema que se aborde en la II Jornada Diocesana de Liturgia, por ello traemos a esta página lo que sobre este tema escribe don Celso en su carta pastoral “La fiesta de Dios” sobre la liturgia, publicada el pasado 23 de junio. Queridos fieles: La música es un elemento de suma importancia en el culto cristiano, pues la acción litúrgica reviste una forma más noble cuando los oficios divinos se celebran solemnemente con canto (SC 113); en efecto, la tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro inestimable, que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne (SC 112). Aquí se dice algo muy importante: que la música sacra será tanto más santa cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica (SC 112) y, por tanto, concorde con la Palabra de Dios, que es la que marca el sentido del misterio que se celebra. Lo importante es el misterio que se celebra y no el gusto o sentimiento de los participantes. Las expresiones musicales populares y regionales son válidas sólo si son capaces de expresar el misterio salvífico que anuncian los textos sagrados. La primacía la tiene siempre la Palabra de Dios, como expresión del misterio divino que se actualiza en la celebración. Por eso, la Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias hay que darle, por tanto, la primacía en las acciones litúrgicas. Por ejemplo, ¿sería mucho pedir que en la celebración de las Confirmaciones se cantara el Veni Creator o el Veni, Sancte Spiritus: luz de los corazones, huésped del alma, descanso en el trabajo, consuelo en el llanto; o, en el silencio de la acción de gracias de la comunión, cantar el Adoro te devote o Iesus, dulcis memoria? Los demás géneros de música sacra, y en particular la polifonía, de ninguna manera han de excluirse, siempre y cuando se salvaguarde la finalidad de la música sacra que es la gloria de Dios y la santificación de los fieles (SC 113) y nunca el gusto o el lucimiento personal. El canto sacro es una de las formas más nobles de la participación litúrgica y el órgano de tubos el instrumento que debe tenerse en mayor estima por ser el más apto para levantar poderosamente las almas hacia Dios (SC 120); son aceptados otros instrumentos musicales siempre y cuando sean aptos o puedan adaptarse al uso sagrado, convengan a la dignidad del templo y contribuyan realmente a la edificación de los fieles (Ibíd.). La música es el arte de los sonidos y, cuando se dice arte, se dice belleza, armonía, buen gusto, educación y hasta genialidad; por eso, el Concilio ordena que se dé mucha importancia a la enseñanza y a la práctica musical en los seminarios... que se erijan institutos superiores de música sacra y que se ofrezca una genuina educación litúrgica a los compositores y cantores. Se debe evitar la improvisación; en este campo no basta la buena voluntad.
 + Celso Morga Iruzubieta Arzobispo de Mérida-Badajoz Iglesia en c amino 3 Análisis Liturgia, piedad popular y música

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