terça-feira, 14 de fevereiro de 2023

SOBRE O SÍNODO

 El Sínodo de la Sinodalidad y la banalidad del mal

 Logo del Sínodo sobre la sinodalidad

El Sínodo de la Sinodalidad y la banalidad del mal

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1. Impresión general ante el proceso sinodal y sus documentos.

Va siguiendo su camino la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos: por una Iglesia sinodal, comunión, participación y misión, llamado normalmente el Sínodo de la Sinodalidad.

Ya he señalado críticas en el seno de mi Conferencia Episcopal. Ahora comparto algunas apreciaciones. No haré un análisis detallado, porque me es absolutamente imposible con este tipo de procesos y documentos desordenados, con afirmaciones infundadas y de diferentes cualificaciones.

Entre tanto han aparecido ya varias intervenciones críticas. Últimamente la valiente exposición del Cardenal George Pell, escrita para dar la cara en vida, aunque el Señor decidió que ya había cumplido su misión. Comparto básicamente todo el artículo, respetando su estilo propio[1]. Señala la responsabilidad de los obispos. Dice que el Documento para la Etapa Continental (DEC) es uno de los documentos más incoherentes jamás enviados desde Roma. Presenta este Sínodo como «una pesadilla tóxica».

Dentro del desorden sinodal voy a intentar presentar con cierto orden algunas críticas y observaciones.

El ambiente no es fácil, leyendo que el dialogante Cardenal Hollerich «ha señalado a los críticos del proceso, llamándolos temerosos de una ‘Iglesia en movimiento’ y diciendo que «saben que no podrán detener el experimento sinodal»[2]. Atención ¡En esta etapa de la escucha abierta ya están amenazadas las disensiones!

2. La manipulación de afirmaciones generales. Algunos ejemplos.

Pongo rápidamente un ejemplo de manipulaciones a lo largo de lo presentado en el proceso.

a) en el logo y su explicación se dice: «No hay jerarquía entre estas personas que están todas en el mismo plano… el obispo y la monja no están delante de ellos, sino entre ellos». Es una afirmación y una imagen conductora demagógica y falsa. Hay jerarquía, el obispo tiene una misión propia. Por otra parte, no se nivela obispo y monja; la monja o la religiosa es un don de Cristo a la Iglesia Esposa, pero no es jerarquía.

b) el uso de los SS. Padres en el documento preparatorio, es al menos fuera de contexto[3]. La cita de S. Cipriano no se refiere a la sinodalidad, sino a la ofrenda a Dios de la unidad de la Iglesia (común a los Padres). El texto de San Agustín tampoco tiene el sentido que se le da.

Lo más grave y patente, que casi ha sido repetida como un dogma, es la frase atribuida a San Juan Crisóstomo «Iglesia y Sínodo son sinónimos»¸ entendiendo por Iglesia «la Iglesia» y por «Sínodo», la reunión eclesial para discutir un tema.

Es una traducción errónea, que se pretende recibir como definición. Aquí lo que dice Crisóstomo es «la Iglesia, pues, es nombre de asamblea y congregación»¸ esto es que el término «iglesia de los santos», en el salmo 149, es lo mismo que decir ‘congregación de los santos’, pero no una congregación para escucharse y decidir, sino para cantar las alabanzas de Dios: qahal = ecclesía =iglesia = asamblea litúrgica. O sea no habla ni de la Iglesia, ni de sínodo o sinodalidad, en el sentido en que lo hace todo este proceso y documento, sino del pueblo consagrado de Dios como asamblea litúrgica, dedicada a la alabanza divina.

c) en el DEC 26-28 es abusiva la exégesis, en la que luego se basa buena parte del documento, «ensancha el espacio de tu tienda» y el resto del texto de Is.54, 2. Lo interpreta como un deber (vean la cantidad de «debemos» que se detallan) para disponerse a recibir a los que están afuera. Una verdadera moralina pastoral, casi pelagiana.

En realidad el texto es una exhortación de consuelo para Israel de lo que Dios va a realizar en ella. Entonces se le invita a no temer, a confiar, a alegrarse. Ensancha el espacio de tu tienda es una figura para que de verdad confíe en Dios y espere lo increíble, la multitud de hijos, la herencia de las naciones que recibirá la estirpe de Israel.

3. El carácter autorreferencial del planteo que se hace de la sinodalidad: mirando el ombligo

Yo sé que de muchas frases se puede hacer una lectura benévola, más exacta, más crítica. Pues diré de entrada que la definición «por una Iglesia sinodal», que no me parece incorrecta ciertamente, me resulta inflada. Querer hacer de sinodal una nota de la Iglesia casi como santa, católica y apostólica es imposible. Pero aún ponerlo como una novedad, junto con misionera, participativa, en comunión, es un desgaste que estamos haciendo hace décadas.

Vean la inflación de Sínodo y sus derivados, en comparación con otros términos y realidades de la fe. Tomo agradecido la contabilidad que ha hecho Daniel Iglesias:

«en las 58 páginas del DEC no aparece ni una sola vez ninguna de las siguientes 50 palabras importantes del lenguaje cristiano tradicional: cielo, celestial, paraíso, infierno, infernal, purgatorio, purificación, alma, santos, santidad, ángel, demonio, diablo, Cruz, resurrección, revelación, credo, dogma, Creador, Redentor, Santificador, Trinidad, trinitario, divinidad, adoración, Virgen, caída, Salvador, redención, Parusía, juicio, gloria, virtud, confirmación, penitencia, ascesis, creer, ética, ley, castidad, obediencia, mandamiento, precepto, cisma, herejía, apostasía, arrepentimiento, vigilancia, perseverancia, combate.

¡María es mencionada una sola vez, y en una cita! La palabra moral aparece una sola vez, y como parte de la expresión «autoridad moral«. La palabra pecado aparece dos veces: en una cita y en una referencia a las «estructuras de pecado». La palabra matrimonio aparece dos veces, en ambos casos en referencia al «matrimonio polígamo».

En cambio, la palabra sinodalidad aparece 51 veces en el DEC y la palabra sinodal otras 100 veces. De modo que estas dos palabras, que podemos considerar «nuevas» en el contexto del lenguaje católico, figuran 151 veces en el DEC (en promedio, casi tres veces por página). Este dato evidencia el carácter marcadamente «auto-referencial» del Sínodo de la Sinodalidad»[4].

Hay que partir de que la palabra SÍNODO, si bien procede etimológicamente de «con» y «camino», está lejos de significar caminar juntos. Simplemente significa reunión, como con-gregación (cum + gradior), con-greso, con-vento). Cualquier diccionario griego define ‘sunodos’, como reunión, asamblea, consejo.

Sin embargo, a esta altura esa super palabra «sínodo» y sus derivados, sínodo y sinodalidad nadie sabe bien qué significa. Tampoco aclara mucho el Documento preparatorio, cuando dice en un lenguaje inconsistente: «La capacidad de imaginar un futuro diverso para la Iglesia y para las instituciones a la altura de la misión recibida depende en gran parte de la decisión de comenzar a poner en práctica procesos de escucha, de diálogo y de discernimiento comunitario, en los que todos y cada uno puedan participar y contribuir… Para ‘caminar juntos’ es necesario que nos dejemos educar por el Espíritu en una mentalidad verdaderamente sinodal» (N.9).

Se podrían repetir los ejemplos. Es tan amplio lo que se mete dentro de estos términos, es tan difuso, que no dice nada, dice todo y sirve para la confusión.

El uso que se ha querido imponer en la Iglesia lleva a no hablar sino de lo que se quiere de la Iglesia, en la Iglesia, en forma totalmente autorreferencial. La Iglesia o los católicos que se miran a sí mismos, el modo de reunirse, de estar juntos, de qué quiere cada uno y cada grupo, la Iglesia que nosotros soñamos. El fin es «Iglesia, ¿qué dices de ti misma?»

4. Algunas grandes ausencias en el DEC

Pero precisamente la Iglesia no es la expresión de lo que nosotros deseamos, soñamos o decimos. Por eso, llaman la atención grandes carencias de lo que se nos ofrece.

a) Preguntémonos sobre la fidelidad a la Iglesia que Dios ha fundado y que existe para realizar el designio de su voluntad.

En primer lugar, para seguir el hilo que se plantea -- preguntarse sobre la Iglesia --, veo la ausencia de fundamento: ¿Qué dice Dios de la Iglesia?

El Concilio Vaticano II parte del misterio de la Iglesia: desde el misterio mismo de Dios, la Santísima Trinidad y su designio, según la elección del Padre[5] y el envío del Verbo encarnado y la efusión del Espíritu Santo[6].

Aquí, en cambio, se nota la ausencia de fundamento: ¿Cuál es la voluntad de Cristo? ¿Cómo nos convertimos a ser más fieles a la Iglesia como la instituyó el Señor?

Dentro de ello aparece obscurecida la misión de los obispos, no simplemente como líderes, o como iguales en el bautismo, sino como heraldos y custodios de la tradición apostólica, en obediencia el mandato de Mt.28,20, para llevar a las naciones a la obediencia de la fe. (Rom 1,5). Tan confuso es este punto que los Cardenales Hollerich y Grech han salido ahora a subrayar la misión de los obispos en el Sínodo.

b) el desconocimiento de la fe católica por parte de los fieles.

En el documento no se le da la debida importancia a la falta de fe, al desconocimiento de la fe católica, la distancia entre la fe católica y lo que los fieles muchas veces creen, la distancia entre la moral católica y lo que aceptan muchos fieles e incluso muchos pastores, que niegan la Tradición de la Iglesia en materia de fe y moral.

La fe cristiana católica implica reconocer la verdad de la revelación acabada, perfecta, de Dios en Jesucristo, Verbo encarnado, luz que viniendo a este mundo ilumina todo hombre.

La Iglesia vive de esa totalidad católica de la fe, la cuida y enseña. Cree al mismo tiempo que es salvífica, es decir que es luz, sentido, salvación, gloria para el hombre. No simplemente un supuesto, que luego se puede abandonar, según el tiempo y el momento: ese ha sido el camino de todas las herejías.

Ello no quita el diálogo y el esfuerzo tanto de entender al otro, como de hacerse entender, en un mundo complejo y plural.

El centro de la fe es la gracia de Cristo, que incluye el arrepentimiento, la conversión de corazón y vida, el cumplimiento de los mandamientos.

Es raro que no aparezca la mundanización de la mente de los cristianos, que en muchos casos ya no reconocen la verdad revelada y la liberación de la moral de Cristo o la falta de enseñanza por parte de los pastores.

c) La ausencia del problema en la Liturgia católica.

A pesar de algunas afirmaciones generales de principio, salta a la vista la ignorancia de los consultados de la profunda crisis de la Liturgia de la Iglesia en Occidente. Ya sé que eso forma parte de las crisis: que los errores no aparezcan como tales, sino que se imponga como normal algo erróneo.

Ni una palabra sobre la infinidad de abusos, inventos, creatividades, que alteran la genuina liturgia católica. Ni una palabra sobre la carencia de orientación real, efectiva y ejemplar de muchos de los obispos en la conducción de la liturgia.

El Papa Francisco plantea en Desiderium desideravi la gran cuestión que ya planteaba Guardini sobre la capacidad del hombre actual [pregunta de hace 60 años] para el acto de culto. ¿Nuestras celebraciones litúrgicas corresponden al ser de la Liturgia Católica, al acto de culto público en que la Iglesia es asociada por Cristo a su acción sacerdotal?

No sé si se me escapa. Pero no encuentro nada que indique que el fin de la Iglesia y del hombre en ella es el culto a Dios. No se trata de un problema de adaptación a las culturas, sino de conversión al culto del Dios vivo, porque Cristo nos ha introducido en el culto perfecto.

5. Un llamado a la reforma, a la conversión; católicos, ¿cómo convertirnos al Dios vivo?

En mi opinión el Sínodo debe estar al servicio de la reforma y conversión. Hoy, como en cada etapa, la Iglesia y sus miembros estamos necesitados de reforma en la Iglesia. Pero no se trata de una reforma administrativa -- que tendrá su lugar --, ni un reparto de puestos, cuando de verdad lo evangélico es ser el último, ni de mera ubicación en una nueva situación cultural, que es siempre un trabajo complejo a hacer.

Una verdadera reforma de la Iglesia tiene siempre estos puntos esenciales: 1) Renovación en la fidelidad a la fe apostólica, recibida en la Tradición. 2) Reforma de las costumbres, de la moral, en fidelidad al mandato de Cristo. 3) Una reforma de la disciplina eclesiástica. 4) Una conversión a la Liturgiaen fidelidad a Cristo, centrando toda la vida de la Iglesia en la glorificación de Dios y la salvación y divinización de los hombres.

6. La autenticidad cristiana o la banalidad del mal.

H. Urs von Balthasar, escribió: «seriedad con las cosas, Córdula o el caso auténtico». El caso tipo del cristiano es el mártir.

No es novedad, lo adelantó el Señor en palabras y hechos: la situación y la forma del discípulo y la de la Iglesia, cuerpo y esposa, es la cruz, el escándalo de la cruz, la muerte, con entrega hasta el final. El mundo nos rechazará y condenará. Hasta creerán dar gloria a Dios condenándonos. Por cierto, que nos condenen por fieles a Cristo, no por nuestros pecados o por claudicar del Evangelio.

También hoy hay mártires por el Evangelio, de distintas formas, pero no parece el ambiente, el fin de lo que se destile en este sínodo de la sinodalidad. Mirando a toda la Iglesia Católica entreteniéndose con reuniones y reuniones de opiniones y opiniones, poniendo el acento en el poder y lugar de cada uno, buscando desesperadamente adaptarse al mundo, no llamando a la fidelidad, a la muerte y a la cruz: todo me parece muy liviano.

Me vienen a la mente los llamados a la conversión y a la fidelidad que el Espíritu hace a las Iglesias en el Apocalipsis.

Con tanta opinología, con tanto juego en común dirigido, con tanta liviandad en las cosas de Dios, como si fueran nuestras, quizás suene fuerte, pero espontáneamente me vino a la mente la frase lapidaria de Hannah Arendt «la terrible banalidad del mal».

 

Notas


[2] En una entrevista al Quotidianonazionale. No la pude leer toda, porque es de pago. Tomo la traducción del https://www.ncregister.com/blog/cardinal-hollerich-critics-of-synod-cant-stop-it. Se puede encontrar retomado en castellano.

[3] Más detalles y análisis del uso de los Padres en el Documento preparatorio en el texto pro manuscripto del artículo que se publicara en los próximos meses: Pbro. Lic. Ignacio Muñoz, El uso de los textos patrísticos en los documentos del sínodo, que será publicado en Soleriana, año XLIX, Nº45, 2023/1.

[5] 2 veces aparece Dios Padre en el DEC, nunca en referencia a su designio y elección. Nunca se habla de la Iglesia santa, ni de la vocación a la santidad.

[6]  Para mayor prueba en el DEC no aparece ni Iglesia Cuerpo de Cristo, ni templo del Espíritu.

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