Crónicas de la Vendée (2-5). Jacques Cathelineau, el santo de Anjou
Gracias a una magnífica guía, Guide Historique des Guerres de Vendée[1], pudimos recorrer parte de los itinerarios de algunos jefes de la Contra-revolución vendeana; vayan algunas crónicas de estos “Gigantes” del heroísmo para quenotelacuentenb@gmail.com
Hnas. María Mater Afflicta y Marie de la Sagesse, S.J.M.
Vida escondida
La Revolución Francesa fue una verdadera fábrica de héroes, de “gigantes” como los llamará Napoleón, pues sin la participación de estos líderes naturales, obligados a ir al frente de batalla, no hubiéramos tenido una gesta vendeana y sus personalidades hubiesen quedado totalmente desconocidas para la posteridad.
Jacques Cathelineau fue uno de estos hombres escondidos que apareció en la historia como un destello de luz fulgurante, al punto de personificar en sí mismo lo más puro y cándido del levantamiento popular. Su intervención clave y fugaz, solo durará unos pocos meses, logró encarnar el espíritu magnánimo de estos campesinos arrancados de sus pueblos para transformarse súbitamente en soldados, en héroes y en mártires.
Nacido en la pequeña aldea de Pin-en-Mauges, en la provincia de Anjou, en el seno de una familia católica, humilde y ejemplar. Jacques fue el mayor de cinco hermanos, los cuatro varones murieron[2] entre 1793 y 1794 defendiendo su Patria y su Religión. Solo, Marie Jeanne, la única mujer, sobrevivió al Terror.
De muy jovencito, Jacques se casó con Louise Godin con quien tuvo once hijos, seis fallecieron durante el primer año de vida. Cuando estalló el levantamiento tenía 34 años, trabajaba como carretero y vendedor ambulante de lanas, oficio que lo preparó de antemano para el campo de batalla pues conocía los caminos de la región mejor que la palma de su mano.
Además de buen padre de familia y sacristán de la parroquia, Cathelineau se destacaba en el pueblo por su honestidad y bonhomía naturales; asimismo su profunda piedad fue ejemplo para sus amigos que comenzaron a llamarle “el santo de Anjou”, mucho antes de su actuación pública.
En los primeros meses de la Revolución, Jacques no reaccionó, permaneciendo más bien indiferente a la situación política de su país, pero a medida que las medidas antirreligiosas comenzaron a avanzar fue tomando conciencia y posición bien clara de lado de la resistencia. Cathelineau dirigiendo una procesión clandestina en Notre-Dame de Charité
Durante el verano de 1791, estuvo a la cabeza de procesiones clandestinas en la capilla de Notre-Dame de Charité y en el santuario marial de Bellefontaine, aunque poco le duró, pues las autoridades civiles ordenaron la destrucción de ambas iglesias…
Primeras chispas
Fue sin duda la leva forzada de 300.000 hombres decretada por la Convención el 24 de febrero de 1793 que encendió la chispa del levantamiento. El 10 de marzo, algunos soldados republicanos llegaron al distrito de Saint-Florent-le-Vieil para sortear la participación en el ejército de los jóvenes allí reunidos. No se pudo terminar bien, la misma gente se rebeló contra los enviados que debieron huir sin poder reclutar a nadie. Sin duda, un primer éxito pasajero que tendrá inevitablemente consecuencias sangrientas.
Jacques, exceptuado de la injusta ley por ser padre de familia, estaba amasando tranquilamente pan para sus hijos, cuando de repente llegó corriendo su primo a relatarle entusiasmado lo sucedido en el pueblo vecino. El rostro de Cathelineau se desfiguró sin decir una palabra pues en un instante había comprendido las inminentes represalias que caerían sobre todos.
Los vendeanos piden a Cathelineau ser el jefe del levantamiento (Pintura de Jules Gabriel Hubert-Sauzeau , 1900).
Todavía meditabundo Cathelineau se dirigió a la plaza donde un grupo de hombres comentaba las malas nuevas y esperaba conocer su opinión, este sin anestesia les dijo: -“Amigos, estamos perdidos. Para vengarse los republicanos vendrán a saquear nuestras casas y a degollarnos a todos. ¡Anticipémonos, a las armas! No hay un instante que perder. ¡Por la Religión!”
Luego se dirigió a la iglesia de Pin-en-Mauges, pasó un largo rato de rodillas mientras el resto ya lo aclamaba afuera como su jefe natural. Al cabo de un momento, Cathelineau salió transformado con su Rosario al cuello y el escapulario del Sagrado Corazón cosido en su chaqueta. Había aceptado el desafío que la misma realidad le había impuesto sin imaginar el porvenir.
A las mujeres que estaban allí, les pidió encarecidamente: “Vosotras que no podéis luchar, rezad por el éxito de nuestras armas”. Antes de partir, se despidió de una manera sublime de su esposa y de sus 5 niños: “Ten confianza, Dios por quien voy a luchar, cuidará de ellos”.
Un tiro de su pistola fue la señal de partida… al grito de “Viva la Religión”, la gesta de la Vendée acababa de comenzar.
Con este signo vencerán
Cathelineau tuvo el honor no sólo de ser el primer campesino en ponerse a la cabeza de la Contra-revolución, sino también de enarbolar la divisa del Sacré-Cœur como distintivo de los 27 campesinos que lo secundaron aquel inolvidable 13 de marzo de 1793, recordándoles más de una vez: “No olvidemos que combatimos por nuestra santa religión”.
La pequeña tropa se dirigió hacia los pueblos de Jallais y Chemillé en medio de un fervor contagioso, allí se les unieron 500 más con picas, rastrillos, hoces, guadañas y algunos viejos fusiles. Al día siguiente ya eran 1200 detrás del santo de Anjou, con la sagrada insignia como protección, “Todos los vendeanos, tanto los jefes como los soldados, llevaban sobre su corazón un escapulario, donde estaban las letras iniciales de los santos nombres de Jesús y de María, rodeados de un corazón en llamas”. Un soldado republicano, Jean-Julien Savay, testimonia: “Un campanazo era la señal de reclutamiento. Los campesinos abandonaban su carreta, agarraban pan para tres o cuatro días, y se ponían en marcha, llevando emblemas religiosos, tales como el rosario, una cruz y el corazón de Jesús…”
In hoc signo vinces. Pintura de Thomas Hovenden 1880. Escapulario vendeano: Dios y el Rey.
Aunque el escapulario no fue exclusivo de los combatientes, sino también de todos aquellos que adherían a la causa: mujeres, niños, ancianos y sacerdotes. “En los primeros días de la insurrección, el escapulario fue probablemente puesto en evidencia para reconocerse como fiel a la religión prohibida y, por consecuencia, hostil a la República”.
Así cada uno ostentaba su Fe en el pecho, sin tener miedo a la muerte. Pronto los vendeanos comprendieron que el Corazón sufriente de Nuestro Señor sería el de cada uno de ellos… Al punto que el solo hecho de portar la insignia bastará para que dentro de las 24 horas sean considerados como criminales y ejecutados, sin juicio previo.
Heroísmo contagioso
A medida que avanzaba, el corazón de Cathelineau desbordaba de entusiasmo y contagiaba los espíritus, tocando lo más profundo que había en el hombre. Él mismo se desconocía, pues comenzó a desarrollar tesoros de elocuencia e inteligencia escondidos en su alma hasta el momento y que de a poco fueron inspirando autoridad y confianza en todo su entorno, ya sea a generales como a campesinos. Se podría decir que nacían soldados al grito de su voz, sin todavía saber obedecer, ni formarse, ni pelear, incluso con un jefe que sabía tanto o menos que ellos…, pero no dudaba en caer de rodillas y entonar el Vexilla Regis antes de empezar el ataque.
“Jamás vi un hombre más afable, modesto y mejor. Se tenía por él más estima aún porque siempre se ponía en el último lugar. Tenía una inteligencia extraordinaria, una elocuencia avasallante, talentos naturales para hacer la guerra y dirigir los soldados. Los campesinos lo amaban, y él tenía por ellos el más profundo respeto. Desde hacía mucho tiempo que se conocía su piedad (…); a tal punto que, en los combates, los soldados siempre que podían se acercaban a su lado lo más posible, persuadidos que no podrían ser heridos al lado de un hombre tan santo…” nos cuenta en sus Memorias Victoire de La Rochejaquelein.
Jacques Cathelineau, pintura de Anne-Louis Girodet, 1816.
El 14 de marzo de 1793 ya eran 3000 los vendeanos levantados en armas con unos cuantos cañones más como trofeos de guerra. Y con la ayuda de otro hijo de campesinos, Nicolás Stofflet, los dos “jefes improvisados” lograron una importante victoria en Cholet que se expandió por toda la región.
Pero en medio de las primeras glorias, la campaña fue interrumpida por el piadoso Cathelineau que ordenó a toda la tropa pasar Semana Santa en familia. Así, en un santiamén, el ejército realista de dispersó tan rápido como había surgido no dejando casi rastro de su intervención y todo volvió a una calma pasajera.
Los “azules”, aprovecharon esta situación impensada para organizar la resistencia, quemar algunos pueblos y fusilar unos cuantos rebeldes. Pasado el Domingo de Pascua, las campanas volvieron a repicar en toda la Vendée… y esta vez, 16.000 hombres estaban listos para pelear.
La lucha continuó pese a que los vendeanos sufrieron una derrota inesperada cerca de Fontenay-le-Comte que desmoralizó a la mayoría; y cuando los campesinos ya comenzaban a dispersarse, el jefe vendeano los arengó una vez más: “Esto no es nada, en 15 días habremos reparado este fracaso y recuperado nuestros cañones. Conozco las causas de la derrota. Tengo un plan para a seguir ¿Rechazaréis marchar conmigo?”. De inmediato sus soldados lo siguieron y obtuvieron una nueva victoria en Bagnard.
Habiendo alcanzado en pocos días a reunir un número tan considerable de gente, Cathelineau mostró una modestia plena de lealtad, al ponerse bajo las órdenes de generales más experimentados. Varias veces se lo escuchó decir: “Los nobles caballeros deben guiarnos. Son tan valientes como nosotros, y comprenden mejor que nosotros el arte de la guerra”. Sin embargo los caminos de Dios suelen ser muy distintos a los pensamientos del hombre…
Primer Generalísimo
Luego de la toma de Saumur, el 9 de junio de 1793, el levantamiento tomó tal importancia que los jefes realistas, la mayoría salidos de la nobleza, se pusieron de acuerdo en la necesidad de elegir una cabeza en el comando supremo de las fuerzas. Por unanimidad todas las miradas cayeron sobre Jacques Cathelineau, quien fue proclamado primer Generalísimo con solo 34 años, dejando constancia en actas:
“Hoy, 12 de Junio, del primer año del reinado de Luis XVII, nosotros los firmantes, comandantes de los ejércitos católicos y reales, queriendo establecer un orden estable e invariable, hemos decidido nombrar un general en jefe que todo el mundo deberá obedecer. Todos los votos han sido dados al señor Cathelineau quien ha comenzado la guerra, a quien nosotros hemos querido darle muestra de nuestra estima y reconocimiento. En consecuencia, se ha decidido que el señor Cathelineau sea reconocido general del ejército, y que todos estarán bajo sus órdenes.
Dado en Saumur. Firmas: Lescure, De Beauvolliers, Marigny, Stofflet, De Laugrenière, La Ville-Baugé, La Rochejaquelein, D´Elbée, Duhoux d’Hauterive, De Boisy, Desessarts, De Bonchamps”.
Solo hubo un hombre en el ejército que desaprobó esta elección, fue el mismo Cathelineau, quien temblando por semejante responsabilidad y vencido ante la insistencia de sus pares terminó aceptando el cargo. Su primer y último acto será ordenar el sitio de Nantes.
Demasiado expuesto…
Para ese entonces, el Generalísimo ya estaba a la cabeza de 40.000 hombres, formados en columnas al mando de otros generales como Bonchamps, d’Elbée y Lyort que seguían sus órdenes. Charette debía llegar con 10.000 insurgentes más pero lamentablemente esta última expedición fracasó y no pudo dar su apoyo clave en la toma de Nantes.
El 29 de junio de 1793 la columna liderada por Cathelineau con 12.000 hombres logró penetrar en la ciudad en medio de una sangrienta lucha cuerpo a cuerpo; mientras sus soldados le advertían: “¡General, usted se expone demasiado!”. Al llegar a la plaza de los agricultores, hoy plaza Viarme, una bala le perforó el pecho, cayendo desvanecido en el mismo lugar donde tres años más tarde fusilarán a Charette. Al ver a su jefe herido, los vendeanos se amedrentaron como ovejas sin su pastor. La noticia corrió rápidamente e hizo dispersar a su tropa que finalmente fue derrotada.
Cathelineau cae herido en Nantes y muere el 14 de julio de 1793.
Un grupo de soldados trasladó en camilla al moribundo jefe hasta Saint-Florent, donde su familia logró asistirlo en los últimos momentos hasta que luego de dos semanas de agonía entregó su alma a Dios en los brazos de una religiosa de la Santa Cruz. Era 14 de julio de 1793… como para rebautizar la data fatídica de la toma de la Bastilla, recordando el triunfo de un verdadero héroe francés.
Tumbas de Cathelineau en Pin-en-Mauges y en Saint-Florent-le-Vieil.
Cathelineau, ora pro nobis!
Hoy en día, parte de su cuerpo reposa en la iglesia de Pin-en-Mauges donde nació y parte en la capilla de Saint-Charles en Saint-Florent-le-Vieil donde murió, aunque allí no está solo… Ya que su descendencia siguió el curso heroico que él había trazado en la tierra: su hijo Jacques-Joseph, ennoblecido durante la Restauración, fue asesinado por los soldados de Luis Felipe en 1832 durante el último levantamiento vendeano que lideró la duquesa de Berry; su nieto, Henri de Cathelineau, fue oficial voluntario durante la guerra franco-prusiana de 1870.
A partir de 1896, los restos de los tres bravos Cathelineau esperan juntos la resurrección de la carne… y ¿por qué no? y la resurrección de Francia.
Después de todo la vox populi no se equivocaba al llamarlo “el santo de Anjou”; teniendo en cuenta su profunda piedad y su valentía heroica en defensa de la Fe, la causa de beatificación fue introducida a fines del siglo XIX. Lamentablemente, todo el dossier se quemó en el incendio de los archivos del Obispado de Angers durante el bombardeo de 1944, por lo cual hasta el día de hoy el proceso ha quedado paralizado. Sin embargo nada impide que podamos invocarle para que nos ayude a restaurar nuestra Religión y nuestra Patria.
Hnas. María Mater Afflicta y Marie de la Sagesse, S.J.M.
Bibliografía consultada:
Delahaye, Nicolas (2011). Le Cœur vendéen. Histoire, symbole, identité. Ed. Pays & Cholet.
Crétineau-Joly, Jacques (2018). Les 7 Géneraux Vendéens. Ed. Pays & Cholet.
Brégeon, Jean-Joël (2019). Les héros de la Vendée. Ed. du Cerf. Paris.
Notas
[1] Delahaye, Nicolas y Mênard, Jean Christophe.
[2] Jean (1756-1793) murió en la batalla de Savenay, Pierre (1767-1794) cayó en combate y murió posteriormente a causa de las heridas. Joseph (1772-1793) fue tomado prisionero en Rochefort y guillotinado en Chalonnes.
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